Cuidar la salud mental importa más que recibir un buen salario

“El placer de ver el resultado final del esfuerzo es un privilegio reservado a una minoría. Lo disfruta un escritor con su obra, un músico con su composición, pero no todos los trabajos lo permiten”, opinaba Zygmunt Bauman, eminente sociólogo, filósofo y ensayista polaco, fallecido hace seis años. Algunos milenios antes, Confucio almibaró algo más la misma premisa para dar forma a uno de sus mantras más reproducidos: “Elige un trabajo que te guste, y no tendrás que trabajar ningún día de tu vida”.

Según los datos recogidos por Infojobs y Esade dentro del estudio Estado del mercado laboral en España, durante 2022, el motivo principal entre aquellas personas dispuestas a abandonar su trabajo, el 27% del total —un 4% más que el año anterior— fue el de proteger su salud mental (32%). Incluso por delante de la búsqueda de unas mejores condiciones económicas (27%) o de un empleo con mayores posibilidades de conciliación (24%). “Lo que queremos los trabajadores es un sueldo emocional y no tanto económico”, indica Encarna Abascal, secretaria nacional de Prevención de Riesgos Laborales en CSIF.

Situar la vocación por encima del conformismo en el ecosistema laboral no ha perdido su dulzor original y luce hoy, además, una polisemia mayor a la expresada inicialmente por el filósofo chino. Se sobrentiende ahora que todo aquel que trabaje en lo que le guste no sufrirá por su trabajo. Que este no dañará su salud física ni mental. Una máxima que se ha situado como la primera razón para abandonar el puesto de trabajo.

Como se disemina en el documento de la plataforma de búsqueda de empleo y la empresa de negocios, la preocupación por el bienestar mental es mayor entre los trabajadores veteranos, siendo la motivación principal para cambiar de empleo para aquellos de 45 a 54 años. Aunque es ya la segunda para los de 25 a 34. “Estas cifras apuntan a que el trabajo podría tener un efecto de deterioro en el tiempo sobre la salud mental”, advierte el estudio de Infojobs y Esade. Y añade: “Las personas menores de 25 años son aquellas que están empezando en el mercado laboral y no han tenido tiempo de quemarse en su puesto, ya que suelen complementar sus estudios con trabajos parciales […]. Desear cambiar de empleo por razones de salud mental suele ocurrir más adelante, cuando la carrera profesional está más consolidada”.

En su anterior edición, este estudio alertaba de que “la mitad de los problemas de salud mental de la población ocupada estaban vinculados con el trabajo”.

Desgaste profesional

“No nos olvidemos de que la primera causa de siniestralidad mortal son las patologías no traumáticas, que son los ictus y los infartos, que tienen que ver muchas veces con las condiciones de trabajo, de estrés, de incapacidad para desconectar…”, apunta José de las Morenas, coordinador de la Secretaría Confederal de Salud Laboral de UGT. “La Agencia Europea de Prevención de Riesgos Laborales dice que el mayor riesgo que existe actualmente es el exceso de carga de trabajo y la intensidad en el trabajo, junto con los riesgos físicos”, complementa Adrián Todolí, profesor titular de Derecho del Trabajo en la Universidad de Valencia.

El deterioro de la salud a consecuencia de unas malas condiciones laborales se esconde detrás del síndrome del desgaste profesional o burnout. Una dolencia que la Organización Mundial de la Salud incorporó a la Clasificación Internacional de Enfermedades en enero de 2022, y que, sin embargo, un año después, España sigue sin reconocer en su catálogo. “En CSIF llevamos años reclamando este reconocimiento y el de otros trastornos mentales. Hoy día la baja psicológica es de las más frecuentes, pero es muy difícil que te la den como laboral. Si una persona tiene ansiedad, salvo que te dé un infarto en el mismo centro de trabajo, te la dan como enfermedad común”, señala Abascal.

Sin embargo, la dotación a una enfermedad de una causalidad laboral es terreno resbaladizo. “Habrá que dejar que todo vaya cogiendo forma, pero si actualmente se otorgase al trabajo la autoría de muchas enfermedades, crearíamos un coladero enorme por el que entraría mucha gente”, comenta Daniel Hermosilla, profesor de Psicología del Trabajo en la Facultad de Psicología de la Universidad del País Vasco. Y abunda en la explicación del problema: ”Una cosa son, por ejemplo, los niveles de estrés que tenga un sujeto, que es algo que se mide a nivel fisiológico, con análisis de sangre. Y, por otro lado, lo que medimos nosotros en psicología, que es la percepción de estrés. Y esto, desde la pandemia, se ha incrementado impresionantemente. De ahí, que en los centros de salud tengan problemas para determinar que un acontecimiento te está causando un dolor y la necesidad urgente de cogerte una baja”.

A pesar de que las empresas deben evaluar los riesgos psicosociales de sus empleados para velar porque no sufran de estrés, ansiedad o malestar psíquico —bajo amenaza de ser sancionadas por la Inspección de Trabajo—, en opinión de los sindicatos no se están desplegando los instrumentos necesarios para evitar este tipo de afecciones. “Queda mucho por hacer. Estamos viendo cómo en las evaluaciones de riesgos, que son obligatorias desde 1995, el escenario menos analizado es el de los riesgos psicosociales”, indica De las Morenas. “A la hora de la verdad, lo que nos está faltando es prevención, especialmente en la distribución del trabajo. Si no llegas y tus jefes no te hacen caso, son cosas que te afectan a tu salud mental”, reflexiona Abascal.

Fuente: EL PAIS

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